Capítulo 5 Las relaciones peligrosas
Como la situación de los Rodríguez de la Malvarrosa aún no era lo bastante complicada, en el capítulo anterior vimos cómo Luciano Federico despertaba de su accidente con un extraño trastorno de personalidad. ¿Fenómeno paranormal o escaqueo? ¿Afectará de algún modo al nuevo orden económico familiar instaurado por Marga Teresita… y a las turbias relaciones profesionales que mantiene Luciano con su socio inglés?
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Una sesión de ouija
Marga Teresita se preguntó si no debería estar grabando la reunión con alguna cámara oculta. Para subirla a Facebook, por supuesto. No le cabía duda de que se convertiría en un fenómeno viral: un conocido empresario, lleno de vendas y en silla de ruedas, que habla y actúa (aparentemente) convencido de que es su difunto padre. A su alrededor, los demás miembros de la familia lidian con la situación según los intereses y el humor de cada uno.
"Pero Luciano, hijo, no puedes creer en serio que…"
"Elena, querida, no entiendo por qué insistes en llamarme hijo. Por cierto, ¿dónde está Luciano, mi primogénito y heredero? Es indispensable que acuda cuanto antes para hacerse cargo de los negocios, yo ya no tengo edad para estar pendiente de todo", comentó Luciano Federico, con el tono desmayado propio de un anciano moribundo.
"Oooh, esto es super cool", exclamó Patricia Juliana con aire fascinado. Arreglada y maquillada de modo impecable, contemplaba a su marido como si fuera un objeto exclusivo del que presumir. Pronto quedó claro que ese era exactamente el caso: "¡Mis amigas se van a morir de envidia cuando lo cuente en el club!".
Victoria Marina tenía que hacer ímprobos esfuerzos para aguantar la risa. "¿Quién iba a imaginar que mi hermano, tan digno y estirado, nos iba a salir médium?", comentó, esperando la inmediata censura materna. Para su sorpresa, Elena de las Nieves permaneció en silencio. Mirando con aprensión la expresión absorta y calculadora de su madre, Victoria rezó para que no hiciera lo que parecía estar a punto de hacer. Sus oraciones no fueron atendidas.
"Esposo querido", comenzó Elena dulcemente. "Me alegro de que estemos de acuerdo en que Luciano es la persona indicada para hacerse cargo de todo. Mientras llega, puedes ir tomando tú mismo algunas decisiones sencillas. Cositas sin importancia, nada que pueda perturbar tu tranquilidad. Por ejemplo, desde que enfermaste he pasado tanto tiempo cuidando de ti que apenas he podido acudir al gimnasio. ¿Por qué no ordenas a tu asistente que me haga una transferencia extraordinaria de fondos para una liposucción?"
Luciano Federico, que permanecía plácidamente recostado en la silla con los ojos medio cerrados, esbozó una sonrisa cansada. "Por supuesto, querida, por supuesto. Marga Teresita, ya has oído a doña Elena. Hazle una transferencia de fondos por la cantidad que ella indique. Pero hay otro tema que me causa gran malestar… Me ha parecido oír en los últimos días a un extranjero rondando por mi habitación del hospital. Creo que es un socio de Luciano. Aunque confío plenamente en el criterio profesional de mi querido hijo, ese hombre no me cae bien. Su proximidad me disgusta. Bajo ningún concepto debe entrar en esta casa ni hablar con nadie de la familia. He dicho".
Patricia Juliana pasó instantáneamente del éxtasis a la indignación. "¿Pero qué tonterías estás diciendo, Luciano? Mr. Jason Bedelfather es un caballero exquisito que está muy preocupado por tu salud. No sólo tuvo la amabilidad de traerme en su helicóptero privado, sino que ha permanecido alojado en el infecto hotel de este pueblucho desde hace una semana, esperando el momento adecuado para visitarte".
Aunque hubiese preferido mantenerse al margen de semejante sainete, en este punto Carlos Adalberto llegó a la conclusión de que era urgente aclarar algunas cuestiones. Muerto de curiosidad por comprobar hasta dónde serían capaces de llegar su madre y Luciano, optó por seguirles la corriente :
"Querida madre, querido… padre… Pese a la innegable dicha que me produce este viaje al pasado, me temo que hay algunas cuestiones de índole práctica que impiden que nuestro amado… ejem, padre, tome decisión alguna sobre los negocios y el dinero de la familia. Aunque el corazón nos impulse a aceptar sin más este extraordinario retorno de entre los muertos, me permito haceros notar que, al haber pasado oficialmente a mejor vida, don Pedro Teodosio Rodríguez de la Malvarrosa carece de firma autorizada en el banco. Dudo mucho de que exista algún notario en el mundo que esté dispuesto a acreditar su identidad…".
Viendo que Elena de las Nieves estaba a punto de protestar, Carlos se apresuró a completar su parrafada: "Además, madre, imagino tu preocupación por el destino de Luciano Federico. Si el que está en ese cuerpo es tu marido, ¿en qué ignota dimensión cuántica vaga ahora el espíritu de mi hermano, tal vez errabundo cual alma en pena?".
Pese al evidente pitorreo del discurso de Carlos Adalberto, Elena de las Nieves no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad de sacar algo de todo aquello (preferiblemente dinero) aunque tuviera que forzar la situación hasta más allá de lo grotesco:
"¿Quiénes somos nosotros, pobres mortales, para cuestionar la infinita sabiduría y los insondables misterios del Universo? Tu hermano regresará del limbo en el que se encuentra cuando sea conveniente. Mientras tanto, el regreso de tu padre es una señal…"
"¿Y qué se supone que nos está señalando, madre?", animó Victoria, que no podía ocultar su regocijo ante aquella asombrosa pantomima.
"¡Está bien claro!". Elena de las Nieves fijó en Marga Teresita una de sus miradas más venenosas. "¡Quiere decirnos que se arrepiente de haber dejado los negocios en manos de una hija fruto del pecado!".
Un silencio opresivo siguió al exabrupto de Elena de las Nieves. Carlos y Victoria se miraron, consternados por la virulencia del ataque y el anticlímax que se había producido en lo que hasta entonces había sido una escena absurda, pero inofensiva. Patricia Juliana frunció el ceño y se removió incómoda en el asiento. Aquella salida de tono de su suegra atacaba uno de los lemas básicos de su existencia: Es mil veces más aceptable una mala acción que una mala palabra.
Incluso Luciano había dado un pequeño respingo en su silla. Con lentitud, el enfermo entreabrió los ojos para contemplar la reacción de Marga Teresita.
Obligada a responder por alusiones, la joven comprendió que ya era hora de dar por terminada aquella estupidez espiritista. Tras algunos segundos de reflexión, compuso una gentil sonrisa y miró directamente a Luciano.
"Don Pedro, sin contar con el pequeño detalle de que ha resultado usted ser mi padre, sin duda es consciente de que le profeso un profundísimo respeto como mentor. Nunca podré agradecerle lo suficiente la educación y la guía que me ha proporcionado durante toda mi vida. Por ese motivo, si tales son sus deseos estoy dispuesta a poner de nuevo en sus manos el control de todo el patrimonio".
Victoria y Carlos hicieron ademán de protestar, pero Marga Teresita los disuadió con un rápido guiño y un movimiento de cabeza casi imperceptible. Entre la expectación general, continuó: "Sin duda recuerda que, en la carta personal que dejó para mí entre sus últimas voluntades, indicaba las nuevas claves y contraseñas de acceso al patrimonio familiar, que se encuentran protegidas en una caja de seguridad del banco, cuyo código de acceso sólo conocía usted… y ahora yo, ya que también figuraba en la carta. Por supuesto, seguí fielmente sus instrucciones y la destruí después de memorizar todas las claves".
Mientras los presentes comenzaban a atisbar hacia dónde conducía todo aquello, Marga Teresita asestó inmisericorde el golpe final:
"En resumen, don Pedro, ahora que usted ha regresado no tiene sentido que yo siga al frente de los negocios. Con el fin de evitar una situación incómoda para todos, mañana mismo abandonaré San Pancracio. Usted puede acudir al banco, recuperar las claves con el código que sólo nosotros dos conocemos y disponer libremente de todo el dinero…".
Victoria y Carlos Adalberto tuvieron que contenerse para no aplaudir la treta de su hermana. Patricia Juliana pensó que aquella cría, escurridiza como una anguila, era una rival peligrosa a la que no convenía subestimar. Demasiado tarde, Elena de las Nieves acababa de llegar a la misma conclusión.
Todas las miradas se volvieron hacia el presuntamente poseído Luciano. ¿Cómo reaccionaría al órdago de Marga Teresita? No tuvieron que esperar mucho: el convaleciente abandonó la lánguida pose que había mantenido hasta el momento y abrió los ojos, mostrando la inconfundible mirada de halcón de Luciano Federico. Contempló a Marga Teresita, sonrió y después encogió el hombro que no tenía roto: "Muy lista, hermanita. Tenía que intentarlo", comentó sin asomo de arrepentimiento.
El business de la extorsión
Eran casi las 10 de la noche y Victoria Marina rellenaba los últimos informes en su despacho, aunque el cansancio del día estaba empezando a restarle concentración. Por suerte, adoraba su actual trabajo de directora tanto como antes había aborrecido la práctica de la medicina. Sus continuos errores de diagnóstico habían sido la comidilla de San Pancracio… hasta el día en que confundió un infarto con una crisis de ansiedad. Después de enseñar al paciente algunas técnicas de respiración y relajación, le recomendó tomar mucha tila y lo mandó a su casa. El pobre hombre se desplomó antes de llegar al aparcamiento del hospital.
A pesar del susto, el incidente resultó ser una bendición. El hombre sobrevivió y don Pedro Teodosio tuvo que rendirse a la evidencia: incluso una vulgar aspirina podía convertirse en un arma letal en manos de su hija. Como no estaba dispuesto a agotar el patrimonio familiar en millonarias indemnizaciones por negligencia profesional, renunció a presumir de hija médico y la puso al frente del hospital. Victoria Marina, feliz de cambiar el fonendoscopio por la calculadora, pronto floreció en su nuevo cometido: tenía unas dotes casi sobrenaturales para aprovechar los recursos disponibles, manteniendo los más elevados estándares de calidad en la atención al paciente. El único nubarrón en su horizonte era… Luciano Federico.
Para Luciano, la vida era un juego de suma cero en el que daba igual quién perdiera, con tal de que él ganara algo. Era implacable y jamás nadie le había oído manifestar el menor atisbo de compasión hacia ninguna situación o necesidad humana. Por eso, reflexionó Victoria, resultaba tan preocupante el obvio terror que le inspiraba su socio inglés.
"Es increíble que haya sido capaz de montar semejante escena… No creo que sea cuestión de dinero, no es tan idiota como para suponer que ese numerito de la resurrección podría funcionar. Más bien parece que intentara ganar tiempo… y evitar a ese Bedelfather que, por cierto, tiene un puntillo de lo más siniestro".
El timbre del teléfono interrumpió sus cavilaciones. Con una sonrisa, Victoria Marina conectó el manos libres y puso su voz más sexy: "Hoooola, amoooor".
"¡Hola, preciosa!", rió su interlocutor. "Diría que has tenido un buen día".
"Un poco de todo. Nunca te imaginarías la última ocurrencia de mi hermano. Bien pensado, entiendo perfectamente que te resistas a conocerme en persona. Te he contado demasiadas cosas y ahora sabes que pertenezco a una familia de orates peligrosos".
El hombre volvió a reír. "Me gusta vivir al límite, querida. De hecho, ardo en deseos de pasar nuestra relación virtual al mundo de lo físico… pero aún no es el momento, créeme".
"Llevamos así casi un año… ¿cómo no voy a pensar que estás en medio de algún divorcio supertraumático o, aún peor, que estás felizmente casado y me utilizas para combatir el aburrimiento? Ni siquiera sé si me has dicho tu nombre real…".
"Te he dicho la verdad en todo lo importante, amor. Y sí, me llamo Marcos desde que nací. Tampoco te he mentido sobre mi aspecto físico: soy un tipo asombrosamente atractivo".
Victoria se rindió y dio por terminada esa parte de la conversación; como lo intentaba periódicamente, ya sabía que no iba a conseguir nada. En sus escasos momentos de autocrítica, se estremecía al pensar que estaba colada por un desconocido con el que sólo había hablado por teléfono y correo electrónico. La mayor parte del tiempo, sin embargo, consideraba que la sensatez estaba muy sobrevalorada, y que la emoción adolescente que sentía era preferible con mucho a los deprimentes matrimonios que veía a su alrededor… incluyendo el de su hermano, sin ir más lejos.
Se disponía a reanudar la conversación cuando unos decididos golpes en la puerta del despacho le hicieron fruncir el ceño. "¿Quién será a estas horas?", murmuró con fastidio. La puerta se abrió… y Victoria se encontró frente a frente con el mismísimo Jason Bedelfather.
"Trabajar tarde demasiado mucho, bella dama". Haciendo gala de la elegante insolencia que le caracterizaba, tomó asiento frente a Victoria y sonrió. "Tener cosas por hablar nosotros".
Victoria Marina sintió un escalofrío, pero supo por instinto que no convenía mostrar al inglés hasta qué punto la intimidaba. Se acomodó en su silla y miró al intruso como si estuviera contemplando un insecto particularmente asqueroso.
"¿Tiene que ser ahora? Es tarde y estaba a punto de irme a casa".
"Oh, corto y rápido, ya ves. Yo ir siempre directo. Tu hermano debe muchísimo cantidad de dinero a mí. Quiero el dinero o quiero los resultados que yo comprar".
No demasiado sorprendida, Victoria decidió que aquella no era su guerra. "¿Y a mí qué me cuenta? A Dios gracias, no tengo nada que ver con los negocios de Luciano".
"Error, mistake, querida. Todos gran familia feliz, todos responsables. Gran familia poderosa los Rodríguez de la Malvarrosa… Ji, ji, yo hacer poesía en español".
"Definitivamente no", respondió Victoria, que ya se sentía un poco más segura. Se le daba bien hablar de dinero. "Los problemas económicos de Luciano son sólo suyos. Por suerte, ni siquiera está ya a cargo de los negocios familiares…".
"That's my point, darling! Esa es cuestión. Yo pagar mucho tiempo antes por el poder de Luciano. Luciano no más poder, Jason Bedelfather pasar a Plan B. Tu casar conmigo".
Victoria tardó más tiempo del normal en traducir el atroz castellano del hombre-insecto, que acababa de pasar de escarabajo pelotero a la categoría de Araña Venenosa, con mayúsculas. Se quedó mirándolo en silencio, mientras él sonreía como si fuera el hombre más dichoso del mundo. "Por fuerza he tenido que entender mal", trató de convencerse Victoria.
"Lo siento, señor Bedelfather, pero no me gusta la caza. Encuentro que es una actividad detestable. Si quiere que hablemos de negocios fuera del despacho, podríamos ir a jugar al golf o…".
"Funny girl, funny girl, yo apreciar eso", rió el inglés. "Creo que tú entender bien antes. Nosotros casar, iglesia, husband and wife, party con familia y estas cositas".
"No".
Victoria no consideró necesario añadir nada más. La mera idea era tan absurda que no merecía mayor consideración. El inglés sonrió aún más: "Yes".
"¿Por qué quiere casarse conmigo? ¿Y qué es lo que espera conseguir con ello?", preguntó Victoria con lentitud, pensando que conocer al enemigo es empezar a vencerlo.
"Tú bella mujer, yo hombre feliz. Además, tú buena relación con esa jovencita heredera. Ella escuchar a ti, yo conseguir mi poder".
"Escúchame bien, yo-Jane-tú-Tarzán, creo que estás completamente demente. No voy a casarme contigo para que puedas controlar los negocios familiares. Siento gran afecto por Marga Teresita, pero ella no es tonta y no hará nada que no quiera. Y, por encima de todo, no veo por qué crees que yo puedo aceptar semejante idea".
"You've got the point again! ¿Por qué? Porque doña Elena tener problemitas. Muchos millones de problemitas. Yo saber cómo complicar su vida… además de decir a everybody esos problemitas".
Victoria comprendió que había llegado el momento de la verdad, y que aquello no iba a ser agradable. "¿Qué problemas?"
"Ella descubrir casinos online. Two years ago. Divertidos, cómodos, fácil jugar, no límites, no control. Ludopatía virtual. ¿Really tú quieres todos saber eso?".
LA CONTINUACIÓN... DEPENDE DE TI
Lo que nos faltaba. Victoria tiene un amante virtual y Elena de las Nieves es una ludópata virtual. ¿De dónde sale esa incapacidad familiar para establecer conexiones en el mundo físico? Ahora que el inglés ha metido a Victoria Marina en el juego, ¿se ha librado el resucitado Luciano de sus problemas financieros, o tiene más esqueletos en el armario? ¿Cederá Victoria al chantaje? ¿A cuánto asciende la deuda de Elena de las Nieves, que no es virtual sino muy real?
No te pierdas las respuestas en el próximo capítulo. Envía tus sugerencias sobre el desarrollo de la historia a culebron.financiero@addkeen.net.
¿Cómo evitar los problemas de esta disfuncional familia?
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La crisis económica, la necesidad de evasión… ¿Cómo y por qué se engancha una persona normal al juego en línea? ¿De qué forma potencia Internet los aspectos más adictivos del juego? Asociación Vidas sin Juego.
Cristina Carrillo
Addkeen Consulting - Buenos Aires |
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