Las propuestas de la economía circular han tenido un notable protagonismo en la reunión del Foro Económico Mundial de Davos 2013, lo que resulta llamativo si consideramos que el tema pasó sin pena ni gloria por la edición del año anterior. ¿Qué ha ocurrido en tan breve lapso de tiempo para despertar el repentino interés de corporaciones y gobiernos?
La respuesta está en el informe de la consultora global McKinsey, que asegura que pasar del actual modelo de economía lineal (producir-usar-tirar) a una economía circular en la que los elementos se reutilizan hasta completar el ciclo ("de la cuna a la cuna") supondría un ahorro anual de 700 billones de dólares. Impresionante, sin duda. Pero, ¿qué papel juegan los consumidores en el diseño de lo que, sobre el papel, parece un prometedor cambio de paradigma económico? Hasta el momento, de simples espectadores…
La mayor parte del mérito por el rápido despegue institucional del concepto corresponde a Ellen McArthur, la persona más joven en navegar en solitario alrededor del mundo y la mujer que lo ha conseguido en menos tiempo. Tras abandonar la navegación para concentrarse en trabajar por la sostenibilidad, en 2010 fundó la Ellen MacArthur Foundation, con el objetivo de acelerar la transición hacia la economía circular.
¿Qué es la economía circular? A grandes rasgos, la propuesta consiste en evolucionar desde el actual modelo lineal de producción y consumo (fabricar-usar-tirar) a un sistema circular de ciclo cerrado, en el que todos los bienes pueden ser desmontados para reutilizar sus partes. Se trata de imitar lo que ocurre en la naturaleza, que nos muestra cómo los residuos de una especie son recursos valiosos para otra. Aplicado a la economía, esto permitiría reducir al mínimo la generación de materiales inservibles, ya que la mayor parte de los recursos fluirían de manera prácticamente indefinida. En realidad, bajo el concepto integrador de "economía circular" se relacionan entre sí ideas que llevan manejándose mucho tiempo, como el reciclaje o el biomimetismo. Al final de este artículo se incluye el vídeo oficial (subtitulado en castellano) de la Ellen MacArthur Foundation, en el que se detallan los principios básicos de la economía circular.
Los motivos del rápido interés. Por una parte, el colapso de los sistemas productivos y financieros occidentales está motivando a empresas e instituciones públicas para encontrar formas más racionales y sostenibles de administrar los recursos escasos. Sin embargo, el gran despertador ha sido la publicación del informe de la Ellen MacArthur Foundation, elaborado por McKinsey y sufragado por Unilever, Marks & Spencer y DSM, que parecen haber sido ganados para la causa por MacArthur. Al fin y al cabo, ¿qué CEO con proyección internacional puede resistirse a la parte que le corresponde de esos 700 billones de dólares anuales que se ahorrarían aplicando medidas como la digestión anaerobia de la basura orgánica?
En el segundo informe anual de la Fundación, lanzado en Davos 2013, se ofrecen más cifras de impacto: los ciudadanos de la OCDE compran todos los años para consumir unos 800 kilos de comida y bebida, 120 kilos de envases y 20 kilos de ropa y zapatos que, en su mayor parte, no reciben ningún uso económico posterior. En el actual sistema de "tomar-usar-tirar", en torno al 80% de estos materiales terminan su ciclo de aprovechamiento contaminando en incineradoras, vertederos o aguas residuales. El informe señala que incluso en el corto plazo, y sin tomar siquiera medidas excesivamente radicales, el valor que podría recuperarse según un esquema de economía circular se incrementaría en un 50%.
El objetivo de la Ellen MacArthur Foundation era convencer a los CEO de las corporaciones presentes en Davos para aplicar los principios de la economía circular a gran escala, con el fin de hacer realidad los beneficios calculados en los informes. Paul Polman, el CEO de Unilever, asegura que "implementar la economía circular no sólo permitirá ahorrar recursos vitales, sino que incentivará la innovación y permitirá a las compañías desvincular con éxito su crecimiento del uso de los recursos. (…) En un mundo que pronto tendrá nueve billones de consumidores comprando de manera activa bienes manufacturados, el actual modelo de producción y consumo ralentizará el crecimiento de las empresas y debilitará las economías. Necesitamos una nueva forma de hacer negocios".
Además de las grandes empresas, otros entornos académicos e institucionales están mostrando su interés en la elaboración y difusión de propuestas basadas en los principios de la economía circular, incluida la propia Comisión Europea.
¿Y qué opinan los consumidores? De momento, parece que no mucho. Es cierto que captar la atención y lograr la complicidad de los grandes productores es crítico para el éxito de la idea, pero se trata de un cambio de paradigma tan profundo que requiere también una construcción "desde abajo". Consciente de esta necesidad, la Ellen MacArthur Foundation orienta sus esfuerzos "a la educación y los negocios".
Sin embargo, además de la necesidad de concienciar a los ciudadanos sobre los méritos de la economía circular y los ajustes que requiere en cuanto a los hábitos de consumo, el cambio propuesto plantea consideraciones más profundas. Está claro que la economía circular ofrece ventajas macroeconómicas y que proporciona soluciones a las empresas en el lenguaje que mejor entienden, el de las cifras. Pero, ¿sirven los mismos argumentos para emocionar a unos consumidores que viven absorbidos por sus propios problemas y desafíos cotidianos?
En el lúcido artículo2012 in Retrospect: Are We 'Chasing Our Own Tail' On The Circular Economy?, Philip Monaghan señala que "para los ciudadanos de a pie, la protección del clima o la sostenibilidad medioambiental no constituyen una prioridad. La dura realidad es que la economía verde no sólo es poco competitiva en comparación con la (muy subsidiada) economía marrón, sino que ni siquiera es un rival serio para otros 'temas verdes' como la basura en las calles. ¿Por qué ocurre esto?
Porque, al final del día, hay que distinguir con claridad entre lo que es importante y lo que es prioritario. Sí, adaptarnos al clima extremo o abordar la escasez de los suministros alimenticios en algún punto del próximo o lejano futuro es importante. Pero no tanto como pagar tu hipoteca o asegurarte de que tus hijos van a la mejor escuela y tienen una vida mejor que la que tú tuviste. De hecho, para muchos, el cambio climático de mañana no es tan importante como tener hoy la calle limpia. (…) Ahorrar dinero, innovar en los procesos o impulsar la seguridad de los recursos no debería confundirse con la meta final. Todas ellas son importantes, pero sólo en la medida en que conducen al verdadero resultado prioritario: crear medios de subsistencia más deseables.
Para tener éxito, estas campañas necesitan realizar la conexión entre una mayor eficiencia en el uso de los recursos, viviendas de calidad y limpieza en los asentamientos, crear oportunidades de trabajo para la juventud desempleada e impulsar la capacidad de las comunidades vecinales para ayudarse a sí mismas. Una economía circular debe conectar todos los puntos.(…)
Para los practicantes de la RSE y la sostenibilidad en 2013, esto significa ser capaz de ver las sinergias y establecer las conexiones entre la economía circular, la urbanización sostenible y las esperanzas, sueños y necesidades prácticas del ciudadano de a pie. Fallar en esto hará que estas grandes ideas sigan el mismo camino que el Sinclair C5 o el grabador de video Betamax, reliquias que señalamos y de las que nos reímos en los museos".
Del ecologismo ilustrado a la complicidad social. Aunque tiende a sobrevalorarse el papel que juegan los consumidores en la modificación de las prácticas corporativas, poco a poco se van apreciando avances en este sentido, gracias a las posibilidades de "presión universal" que ofrecen las redes sociales. La misma Ellen MacArthur es un buen ejemplo de lo que puede lograr una sola persona dispuesta a cuestionar el statu quo empresarial. Por eso no conviene infravalorar la importancia de captar el interés de colectivos cada vez más amplios hacia las propuestas de la economía circular. Sin embargo, de momento el concepto no es reconocido de manera pública y masiva, más allá de quienes sienten un interés espontáneo por los desafíos medioambientales.
Para acelerar la difusión y generar interés no basta con informar asépticamente sobre las ventajas y la racionalidad del modelo: es necesario "conmover", mostrando que la economía circular también ofrece respuestas a las necesidades cotidianas de las personas y contribuye a mejorar su calidad de vida.
En resumen, pese a la innegable mejora que supone el objetivo de garantizar la preservación del entorno y los recursos naturales, de momento a las propuestas de la economía circular parece faltarles cierta "perspectiva humana". Si se pierden de vista las motivaciones y necesidades de las personas (las que tienen, no las que se supone que "deberían" tener) existe el riesgo de que se convierta en otra construcción teórica elaborada "para el pueblo, pero sin el pueblo", propia de un ecologismo ilustrado… pero poco eficaz.