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Septiembre 2012, Número 11 |
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El publicista de Hamelín 2.0 (y II)
En el número anterior, el juglar nos dejaba con el suspense de saber qué ocurrió en Hamelín, una vez que el publicista comenzó a reprogramar a sus sencillos habitantes para convertirlos en modernos ciudadanos del siglo XXI, liberándolos de la "plaga" de sus escrúpulos improductivos: mentalidad de ahorro, cultura, espíritu crítico y respeto por la naturaleza. ¡Veamos cómo termina la historia! Si necesitas refrescar la memoria, vuelve a leer la primera parte.
Tras haber sido presentado como "EL PUBLICISTA DE HAMELÍN", se acercó al micrófono un tipo de aspecto confiable y risueño, que se dirigió así a los asombrados vecinos:
""¡Gracias por estar aquí! En primer lugar, quiero felicitaros por la inteligencia y perspicacia que mostráis al comprender las limitaciones de vuestro actual estilo de vida. Mi tarea es ayudaros a efectuar la transición hacia una dicha y una riqueza sin parangón. Y lo mejor es ¡que no será necesario ningún esfuerzo por vuestra parte! Sólo tenéis que relajaros y disfrutar con los contenidos de las pantallas que voy a repartir por todo el pueblo. Si lo deseáis, incluso podéis tener una en vuestras propias casas, completamente gratis. Sin apenas daros cuenta, vuestra mentalidad habrá experimentado un cambio radical y no tendréis nada que envidiar a las villas circundantes".
Y así ocurrió. Los vecinos empezaron a pasar cada vez más tiempo contemplando las deliciosas y emocionantes mezclas de imagen y música que el mago les ofrecía a través de las pantallas. ¡La pálida realidad no podía competir con ese mundo brillante y colorido! Los hamelineses trabajaron con denuedo para crear y obtener las maravillas que se les mostraban a diario, y pronto surgieron infinidad de nuevos negocios inspirados en las pantallas mágicas.
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En poco tiempo, todos los hogares disponían de las prodigiosas "tarjetas-cumple-deseos", con las que era posible adquirir cualquier cosa. Tiraron sus acogedoras y sólidas viviendas y construyeron en su lugar casas mucho, mucho más grandes, tan esplendorosas que a nadie le importó tener que talar todo el antiguo bosque.
En resumen, el pueblo quedó completamente irreconocible. ¡Por fin eran exactamente iguales que sus vecinos! Las mismas casas, los mismos autos, las mismas tarjetas… Si no hubiese sido por las fronteras, habría resultado imposible saber dónde terminaba el pueblo anterior y dónde comenzaba Hamelín. No había duda de el publicista había realizado bien su trabajo, y un buen día se presentó ante las autoridades para reclamar el pago acordado.
Sin embargo… parece que la leyenda negra no era sólo una leyenda, después de todo, porque el publicista recibió la misma respuesta que le habían dado al flautista siglos atrás: "¿Pretendes beneficiarte de nuestro esfuerzo? ¡Lo que has hecho no es tan importante! Hemos sido nosotros los que hemos construido toda esta belleza, y no podemos destinar nuestros recursos a financiar tus infantiles peliculitas".
El publicista guardó silencio unos instantes. Entonces esbozó una malévola sonrisa y, antes de retirarse, murmuró: ""Parece que mi trabajo aún no ha terminado… ¡Será como deseáis! Seguiré con mis peliculitas infantiles… completamente gratis".
Como todos estaban muy ocupados con sus interminables tareas y responsabilidades (¡tan exclusivo estilo de vida no se sostenía solo!) tardaron bastante tiempo en darse cuenta de que los contenidos de las pantallas mágicas habían cambiado. Ya no mostraban escenas apetecibles para los adultos, sino… ¡para los niños! Al principio, los padres se dijeron a sí mismos que, si querían que la prosperidad de Hamelín perdurase en el tiempo, parecía lógico que los niños desarrollaran las mismas ambiciones que inspiraban a sus mayores. Los parques y jardines infantiles quedaron abandonados, mientras los pequeños pasaban horas y horas boquiabiertos ante las pantallas mágicas: ya no leían, ni jugaban unos con otros, y sólo hablaban de lo que habían visto, o de lo que iban a ver al día siguiente. No mostraban ningún interés por hacer nada que no fuera contemplar las pantallas, cada día más mágicas, cada día más atractivas, cada día más absorbentes… ¡cada día más interactivas!
Por fin, los hamelineses comprendieron que tenían un serio problema. Todos sus niños habían desaparecido: aunque sus cuerpos seguían en Hamelín, sus mentes residían en alguna ignota dimensión paralela que para ellos era más real que la realidad misma, y en la que estaban fuera del alcance de los adultos.
¿Era otra vez Hamelín un pueblo sin futuro, lleno de niños zombis? Las autoridades agacharon las orejas y fueron a disculparse ante el publicista, con gran profusión de reverencias, mientras le suplicaban que volviera a dejar a los niños como antes.
"Me temo que eso no es posible", respondió el publicista. "Lo hecho, hecho está. Sin embargo, no todo está perdido. Existe una forma de reconducir la situación… pero mis honorarios se han multiplicado por cuatro. Además, quiero que se me pague por adelantado y que todos los negocios del pueblo me financien en el futuro como muestra de su responsabilidad social". Huelga decir que sus condiciones fueron aceptadas de inmediato.
Y el publicista fundó la primera empresa de videojuegos educativos de Hamelín.
El juglar financiero
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