La responsabilidad social de la banca insostenible
En los últimos años parece haberse consolidado la distinción entre "banca ética" y "banca convencional". La naturalidad con la que se habla de ambos tipos de entidades nos lleva a la asombrosa conclusión de que… ¿la banca convencional actúa prescindiendo de la ética? ¿Qué papel desempeña la responsabilidad social de las entidades financieras en este panorama? ¿Es socialmente responsable un banco que diseña sus oficinas según los últimos avances eco-friendly, pero cuya relación con clientes y empleados es cero-friendly?
La Alianza Global por una Banca con Valores (GABV, por sus siglas en inglés), organización presidida por Triodos Bank e integrada en este momento por 19 bancos de diferentes países, ha publicado recientemente los resultados de un estudio, según el cual "los bancos éticos y sostenibles, que tienen en cuenta el bienestar de las personas y el medio ambiente en su actividad financiera, tienen un mejor desempeño que los bancos tradicionales en muchas áreas, incluyendo indicadores financieros como son la rentabilidad económica, el crecimiento en préstamos y depósitos y una sólida base de capital".
De acuerdo con el comunicado de prensa, el informe compara "los resultados obtenidos entre 2007 y 2010 de 17 bancos sostenibles con los de 29 de los bancos más grandes e influyentes del mundo (las denominadas entidades sistémicas) entre 2007 y 2010" y concluye que "los bancos con valores tienen a invertir sus activos más del doble que los bancos convencionales, y en promedio otorgaron préstamos por más del 70% de sus activos en el periodo analizado".
El informe aporta otros datos para ilustrar sus conclusiones: "Los bancos con valores son más fuertes desde el punto de vista financiero (…). El Ratio BIS 1, un importante indicador de la solvencia de un banco, alcanzaba de media el 14% durante el periodo estudiado, comparado con el 10% o menos de la banca convencional. Los bancos sostenibles analizados en el informe tenían, además (…) y una rentabilidad financiera (ROE) de un 7,1% de media, comparado con el 6,6% para los bancos convencionales. La rentabilidad económica alcanzaba de media más del 0,50%, mientras que en los grandes bancos el promedio era de un 0,33%. Entre 2007 y 2010, los bancos con valores crecieron un 80% en préstamos a proyectos y empresas de la economía real, mientras que esta cifra rondaba el 20% en los bancos comerciales".
El estudio tiene la sagacidad y el mérito de poner el acento en el aspecto más movilizador para una entidad financiera: la rentabilidad. Pese a la pertinencia de tal enfoque, los resultados plantean algunas reflexiones. En primer lugar, se trata de valores medios, sobre datos agregados de entidades que no representan la totalidad de sus respectivas muestras… Cabe esperar que los bancos convencionales (ergo, ¿sin valores?), que tan malparados resultan en la comparación conjunta, no se sientan excesivamente aludidos por las conclusiones del estudio, si su rentabilidad individual cumplió los objetivos durante el periodo analizado.
Por otra parte, frente a la tesis defendida en el estudio, a pie de campo nos encontramos con el convencimiento generalizado de que las normas éticas son poco más que un molesto obstáculo para el cumplimiento de los objetivos empresariales y un lastre para la competitividad. La firma de servicios legales Labaton Sucharow ha publicado los datos de una encuesta realizada entre 500 profesionales de servicios financieros de Estados Unidos y Gran Bretaña; si bien los resultados no pueden considerarse sorprendentes, a la luz de lo ocurrido en los últimos años, sí ponen de manifiesto el alcance de la laxitud ética en el mundo de las finanzas:
El 24% de los encuestados asume que puede ser necesario desarrollar comportamientos anti-éticos o ilegales para alcanzar los objetivos de rentabilidad marcados.
El 26% tiene conocimiento de primera mano o ha observado malas prácticas en su lugar de trabajo.
El 16% llegaría a cometer un delito (como hacer uso de información privilegiada) si supieran que podrían quedar impunes.
El 39% considera que probablemente sus competidores han estado implicados en actividades anti-éticas o ilegales para mejorar sus resultados.
El 30% reconoce que las compensaciones y los planes de incentivos añaden presión para comprometer los estándares éticos y violar la ley.
El 23% identifica otro tipo de presiones capaces de promover conductas anti-éticas o ilegales.
Sólo un 30% aprecia efectividad de los organismos supervisores del sistema financiero en la detección, investigación y persecución de las conductas anti-éticas, pese a las recientes reformas legislativas.
Como señala uno de los promotores del estudio, "cuando la falta de ética es común y aceptada por los profesionales de los servicios financieros, la integridad de todo el sistema financiero está en peligro".
¿Se aprecia una preocupación similar entre los responsables de las entidades financieras convencionales? Tal vez aún no tienen suficientes incentivos para ello. En los últimos años, su consideración de entidades sistémicas las ha convertido en receptoras privilegiadas de todo tipo de ayudas públicas, con el argumento de evitar un colapso económico-financiero de proporciones planetarias. Por si esto fuera poco, las entidades son conscientes de que la ética y los valores no ocupan los primeros puestos en la lista de criterios que guían a los consumidores a la hora de elegir un banco: por ese flanco, de momento no parece que los bancos éticos representen amenaza alguna para su cuota de mercado.
En este escenario, tal vez el concepto que puede marcar la diferencia es el de "sostenibilidad". La falta de ética y de valores en el desempeño de la actividad financiera es insostenible a largo plazo: los recursos públicos no son inagotables y los ciudadanos, expulsados por la crisis de una zona de confort en la que el espíritu crítico brillaba por su ausencia, apuntan ahora a los bancos como agentes protagonistas del desaguisado.
La insostenibilidad de las malas prácticas no es una hipótesis de trabajo, sino una realidad que hoy ya puede apreciarse a simple vista. Muchos de los actuales problemas de solvencia de los bancos convencionales derivan de conductas que van desde lo inescrupuloso hasta lo directamente ilegal. Y ni siquiera necesitamos fijarnos en las grandes y complejas operaciones de especulación financiera; en el quehacer cotidiano de la banca minorista ya hay suficientes ejemplos de malas prácticas con incidencia directa en la sostenibilidad: concesión de préstamos vivienda sin garantías razonables y por encima del valor de tasación, contabilidad creativa, comercialización engañosa de productos financieros de alto riesgo… En Europa y Estados Unidos, los tribunales están bastante ocupados atendiendo demandas contra las entidades financieras… y fallando con frecuencia a favor de los consumidores.
¿Cómo puede contribuir la RSE a salvar esa brecha abierta entre el sector financiero y la sociedad? La Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia, con el apoyo de Bank of America (la entidad protagonista del vídeo que acompaña este artículo) ha elaborado un estudio titulado "Responsabilidad social corporativa en América Latina: La perspectiva de los servicios financieros", que compara las acciones de RSE de los bancos latinoamericanos con otros de ámbito internacional. Las conclusiones señalan que los primeros desarrollan iniciativas más orientadas a la filantropía y al voluntariado, "por su facilidad de medición y comunicación", a pesar de lo cual "hacen un trabajo mediocre" en la comunicación de su RSE. Semejante diagnóstico resulta bastante desalentador: ¿Una RSE concebida con finalidad básicamente promocional, y que ni siquiera se difunde adecuadamente? No parece un enfoque capaz de reportar grandes beneficios, ni a la sociedad, ni a las entidades individuales, ni a un sector financiero necesitado de un urgente lavado de imagen.
El estudio indica también que las acciones de RSE de los bancos analizados suelen orientarse a una amplia gama de cuestiones diferentes, sin focalizarse en temas específicos. Se aprecia, sin embargo, cierta preferencia por la educación financiera, la sostenibilidad ambiental y las microfinanzas. Mientras la sostenibilidad ambiental no parece un elemento esencial en el ADN de los bancos, las microfinanzas forman parte de la línea de negocio en muchos de ellos (lo que podría cuestionar su ubicación dentro de la RSE). Entre un extremo y otro, nos encontramos ante un abanico de acciones de RSE amplio, difuso y que no facilita la definición de una responsabilidad social específicamente asociada a la actividad financiera.
El desarrollo de buenas políticas de RSE en las entidades bancarias es condición necesaria para la sostenibilidad, pero no suficiente: ni la iniciativa más efectiva e impactante puede compensar la falta de ética en el desempeño de las actividades cotidianas: gastar unos recursos obtenidos como fruto de las malas prácticas no sería más que un simple y poco meritorio caso de "financial green-washing"… sólo apto para bancos insostenibles.