Enero 2012, Número 3
 
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Gestión de las Finanzas Personales





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Los microcréditos, también para países desarrollados

Si bien nacieron como un instrumento de lucha contra la extrema pobreza en los países más desfavorecidos, la necesidad de promover el autoempleo en los países industrializados está abriendo nuevos escenarios para los microcréditos. Con independencia del entorno en el que se utilicen, el desafío consiste en identificar y preservar los atributos que caracterizan el microcrédito como una herramienta de inclusión social. Esto implica realizar una gestión que vaya más allá de los criterios estrictamente financieros y que promueva la viabilidad de los nuevos negocios, mediante una adecuada capacitación de los microemprendedores.

En los países desarrollados, las limitaciones del sistema financiero tradicional para llegar a todos los grupos de población se han acentuado en los últimos años. La crisis financiera y el deterioro de las economías occidentales están expulsando a un gran número de personas de los circuitos habituales de financiación, producción y creación de riqueza. A esto se suman las crecientes restricciones del crédito, que suponen un obstáculo añadido a los esfuerzos de las autoridades para incentivar la aparición de nuevos emprendimientos.

En este contexto, no es de extrañar que países como España estén abordando un nuevo enfoque de las microfinanzas. Hasta ahora, los microcréditos eran un instrumento de cooperación promovido por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en el marco de los compromisos de apoyo a economías emergentes. Sin embargo, a diferencia de otros países europeos, no existía ningún tipo de regulación para las microfinanzas en el ámbito doméstico. La nueva legislación española, prevista para los primeros meses de 2012, tiene el objetivo declarado de "ampliar el alcance social de las microfinanzas y contribuir al desarrollo del espíritu emprendedor" mediante la incorporación de nuevos actores; en particular, destaca la posibilidad de que las ONG concedan microcréditos para mejorar la calidad de vida de personas en riesgo de exclusión social (hasta un límite de 5.000 euros) y para impulsar la creación de micro-empresas (hasta 20.000 euros). Sin duda resulta significativo el recurso a los microcréditos, en un país con una de las tasas de bancarización más altas del mundo.

Lo cierto es que hasta las sociedades más prósperas conviven con bolsas de pobreza contra las que no parece haber políticas eficaces. Argentina, que cuenta con una Ley del Microcrédito desde el año 2006, es uno de los países latinoamericanos con menor índice de penetración de este instrumento, de acuerdo con el Informe sobre Microfinanzas en América Latina y el Caribe, publicado por el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) en octubre de 2011: sólo un 0,8% de clientes (sobre la población total de empresarios y trabajadores por cuenta propia que serían clientes potenciales) frente al 43% de Bolivia, que ocupa el primer puesto. Sería complejo valorar las razones de este dato y, en principio, no todas deberían ser negativas. Sin embargo, el informe también señala a Argentina como uno de los países con peor entorno de negocios para las microfinanzas, de acuerdo con una serie de criterios agrupados en dos categorías: Marco regulatorio y práctica y Marco institucional.

Como aproximación sobre el terreno a las ventajas y dificultades de las microfinanzas en regiones desarrolladas, resulta de interés la experiencia de la Asociación Civil Avanzar por el Desarrollo Humano, que desde el año 2001 gestiona la concesión de microcréditos en varias villas de emergencia del Gran Buenos Aires. En este momento, la organización está desarrollando diversas acciones de capacitación de los microemprendedores, en el marco del programa BID-FOMIN para el Desarrollo de Capacidad Empresarial en micro-empresas de subsistencia.

Lo cierto es que, dentro de los numerosos retos que plantean las microfinanzas, la capacitación se ha convertido en un objetivo con entidad propia. La economista Aneel Karnani, en su libro "Fighting poverty together", pone en duda la eficacia del sistema de microcréditos por considerar que, en la práctica, perpetúa la situación de pobreza de sus beneficiarios, que rara vez consiguen salir de una economía de subsistencia. Señala que la inmensa mayoría de los prestatarios no son verdaderos emprendedores (entendiendo por "emprendedor" alguien comprometido con la creación de riqueza), sino personas que necesitan ganarse la vida pero que no están cualificadas para llevar adelante un negocio. La autora aboga por luchar contra la pobreza creando un contexto educativo y social que impida la exclusión.

En Avanzar consideran que, aunque se trata de una apreciación bastante realista del perfil de muchos de los beneficiarios y conviene tenerla en cuenta para mejorar la eficacia en la gestión de los microcréditos, no invalida las ventajas de este instrumento para hacer frente a las necesidades más inmediatas. De hecho, la importancia de la capacitación es el fundamento del programa BID-FOMIN: "La Asociación Avanzar no limita su enfoque a la valoración, gestión y seguimiento del microcrédito, sino que también realiza una labor de acompañamiento y capacitación de los prestatarios. Es cierto que la mayoría son personas que tienen alguna habilidad y se enfocan únicamente en la producción y venta, no siempre en las mejores condiciones. Por eso se comienza con una labor de sensibilización, destinada a transmitirles la relevancia de mejorar su preparación; esto les permitirá atender aspectos a los que no suelen prestar atención pero que son indispensables para garantizar la viabilidad de los emprendimientos, como pueden ser la gestión, el control de los costes y la relación con los clientes".

"El reto está en aplicar una actitud profesional. El sistema de microcréditos incorpora un componente de solidaridad que no se encuentra en los tradicionales circuitos de financiación, desde el momento en que acoge a personas que en ningún caso podrían obtener otro tipo de préstamos. Sin embargo, no estamos hablando de caridad. La actitud profesional y la responsabilidad, tanto en la gestión de los microcréditos como en el desarrollo de los negocios que se financian, es uno de los factores clave para garantizar la supervivencia y el éxito de los proyectos".

Avanzar funciona de acuerdo con un sistema de "incentivos dinámicos", lo que significa que los prestatarios más antiguos y con mejor historial de pagos pueden acceder progresivamente a préstamos de cuantía superior. Es una buena muestra de que no se trata de una distribución indiscriminada de fondos, sino de una gestión profesional que premia la solvencia y la responsabilidad personal de los beneficiarios. "Recientemente se planteó un interesante debate interno: "¿Hay que presionar para exigir el cumplimiento de las obligaciones de pago, o los prestatarios de microcréditos tienen derecho a esperar una mayor flexibilidad sobre la base de la solidaridad que caracteriza estos instrumentos? El impago de las cuotas por un prestatario significa que alguna otra persona no va a poder beneficiarse de un préstamo, por lo que cabe preguntarse si la verdadera solidaridad no reside precisamente en exigir el pago".

Por otra parte, la gestión de los microcréditos en entornos próximos cuenta con la ventaja de aportar una mayor comprensión de las circunstancias y problemas específicos de los potenciales beneficiarios. "Por ejemplo, dos de los tres asesores de crédito de Avanzar son personas de las propias villas que están atendiendo; una de ellas entró en la organización como microemprendedora".

El porcentaje de morosidad de los aproximadamente 450 prestatarios de Avanzar se sitúa en los reducidos niveles habituales en el mundo de las microfinanzas. En la web de la organización pueden encontrarse reveladores testimonios de algunos de los prestatarios. Todos coinciden en que no hubieran podido poner en marcha sus negocios de no ser por los microcréditos, si bien algunos hacen mención a "los elevados intereses". Se trata de una de las críticas más frecuentes y generalizadas que recibe este instrumento; lo cierto es que la dificultad para obtener fondos destinados a los microcréditos no siempre proporciona el margen necesario para reducir las elevadas tasas. Esta circunstancia se suaviza mediante el concepto de "grupo solidario", en el que cada miembro de un grupo de micro-emprendedores responde por los posibles impagos de los compañeros.

¿Qué papel desarrolla la banca tradicional en el ámbito de las microfinanzas? En los distintos países es posible encontrar todo tipo de situaciones, desde la intervención indirecta (préstamos de fondos a las instituciones microfinancieras) a la concesión directa de microcréditos. En algunos lugares, las entidades bancarias "compiten" en el nicho de los microcréditos con instituciones sin ánimo de lucro; tal competencia resulta claramente desequilibrada, si consideramos que las primeras disponen de las herramientas tecnológicas y los recursos organizativos necesarios para reducir los costes operativos (evaluación de los créditos, seguimiento de las moras, etc.), lo que les permite realizar préstamos a tasas inferiores. Sin embargo, también entraña el riesgo de que la gestión del microcrédito se oriente de forma exclusiva según criterios de rentabilidad, obviando el fin social de esta herramienta. El valor añadido de las instituciones microfinancieras sin ánimo de lucro reside en su disposición a complementar los préstamos con servicios no financieros que pueden resultar vitales, como la capacitación de los emprendedores y las tutorías en los primeros pasos del micronegocio.

Una de las propuestas finales de la Cumbre Mundial del Microcrédito, celebrada en Valladolid (España) en noviembre de 2011, plantea la implantación de un "sello de excelencia" para las iniciativas microfinancieras que primen el valor social y acrediten el cumplimiento de siete pasos: 1) No hacer daño; 2) Conocer al cliente; 3) Alentar los ahorros; 4) Promover la educación financiera; 5) Monitorear y recompensar el desempeño social; 6) Contener potencial de transformación; 7) Reconocer la excelencia. De acuerdo con la promotora de la propuesta, Frances Sinha (directora de EDA Rural Systems, India), es necesario asegurar que estos servicios financieros proporcionen un valor añadido que vaya mucho más allá del mero préstamo de dinero.

Para romper el círculo de la pobreza, los microcréditos son un elemento necesario, pero no suficiente. Asociaciones como Avanzar cuentan con la motivación y el conocimiento necesarios para aportar ese valor añadido que permita un verdadero progreso en nuestros entornos más próximos, al tiempo que ofrecen una excelente oportunidad de colaboración para aquellas entidades e instituciones cuyas políticas de RSE se orienten a la inclusión social.


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